La clasificación de los pavimentos llamados duros engloba una serie de materiales cuyos tratamientos y composiciones son totalmente diferentes. Como el tema que nos ocupa es el de los tratamientos de las superficies, agruparemos este tipo de suelos en función del sistema que hemos de aplicar. Así pues, los dividiremos en dos grandes grupos: los suelos cristalizables y los no cristalizables.
Los suelos duros cristalizables son aquellos que podemos cristalizar. Básicamente todos los suelos que tienen componentes calcáreos, sean naturales, como el mármol, o artificiales, como el terrazo.
Limpieza diaria de suelos cristalizables
Al igual que los suelos textiles, los suelos duros también precisan de una programación de limpieza y mantenimiento para evitar su deterioro prematuro.
Como todo programa, se compone de diferentes tareas que debemos realizar con distintas periodicidades, dependiendo, como siempre, del tránsito, tipos y cantidad de suciedad, nivel de exigencia en su apariencia, etc.
Veamos los procedimientos de limpieza que, generalmente, realizaremos de forma diaria:
- Eliminación del polvo: debido a su abrasividad, el polvo es uno de los principales causantes del deterioro de todo tipo de suelos. Es por ello por lo que debemos proceder a su retirada diaria, ya que, también diariamente, vuelve a depositarse en él. Para esta función podemos proceder de dos maneras:
- A) Mopeado en seco: pasar la mopa diariamente. Las mopas pueden tratarse con productos capta-polvo para aumentar así su poder de retención de partículas.
- B) Barrido húmedo: existen herramientas específicas para el barrido húmedo, consistentes en una base de forma trapezoidal con espuma, a la que acoplamos una gasa humedecida en detergente. También podemos utilizar como base una mopa tradicional, acoplándole la gasa humedecida. La efectividad del barrido húmedo respecto al mopeado en seco es muy superior, al conseguir mayor captación de residuos.
- El fregado: se trata de la otra acción que consideramos diaria. Esta frecuencia es aplicada en lugares de tráfico intenso, como centros comerciales, oficinas, estaciones, cines y, en general, lugares abiertos al público. En lugares de tráfico leve puede reducirse la frecuencia a días alternos o, incluso, a una frecuencia semanal, especialmente si se combina con un barrido húmedo. El fregado puede ser manual o automático, utilizando en ambos casos detergente neutro, siendo poco espumante o de espuma controlada en el caso de fregado automático, dotando la máquina con pads blancos o rojos o bien cepillos de nylon.
Tratamiento periódico de suelos cristalizables
Periódicamente procederemos a un recristalizado. Este procedimiento consiste en aplicar una mano de cristalizador con rotativa dotada de lana de acero. La diferencia respecto al cristalizado de base es que no partimos de un suelo decapado y sin protección, sino de un suelo que todavía conserva parte de la cristalización anterior. Esto supone que conseguiremos un nivel de brillo aceptable con cierta rapidez, siendo suficiente una mano de cristalizador. Su función es la de restablecer la protección e impermeabilización del suelo, en aquellas zonas de mayor desgaste, homogeneizando el nivel de brillo. Para realizar esta función el suelo debe de estar previamente limpio y seco.
La frecuencia puede oscilar desde quincenal, en las áreas de entrada de un gran centro comercial, hasta semestral, para zonas de menor tráfico, o bianual, en un piso de uso particular.
Tratamientos de base de suelos cristalizables
El tratamiento de base tiene varias funciones: impermeabilizar el suelo para evitar que penetren en su poro líquidos y otros elementos, dar al suelo un aspecto brillante y uniforme y facilitar su limpieza y mantenimiento periódicos.
Un buen tratamiento de base es la clave para ejercer con rapidez y comodidad las acciones descritas anteriormente. Así pues, veamos cómo realizar un tratamiento de base para suelos cristalizables:
- El decapado de suelos cristalizables: consiste en la eliminación total de tratamientos anteriores, dejando el suelo en su estado original. Debemos decapar el suelo cuando el tratamiento periódico ya no responde adecuadamente, cuando el color ha variado considerablemente debido al uso continuado de productos químicos de limpieza que se van acumulando en él. El procedimiento a seguir sería el siguiente: extender el decapante diluido en abundancia, dejando actuar unos minutos, frotar con rotativa dotada de disco marrón o negro y enjuagar con abundante agua y recoger con aspirador.
- Un suelo con tráfico intenso, que recristalizamos mensual o bimensualmente, se debería decapar una vez al año, aunque, por motivos de presupuesto y debido al alto coste de esta operación, en la práctica no se suelen decapar más que la primera vez que comenzamos un tratamiento nuevo.
- Cuando una empresa de servicios capta un nuevo centro cuyo pavimento ha sido tratado por otra empresa, debe comprobar la compatibilidad de sus productos con los utilizados anteriormente. Si el pavimento ha recibido un tratamiento correcto y su aspecto es bueno, se puede recristalizar el suelo, ahorrándose el procedimiento de decapado. Pero puede darse el caso de que el cristalizador de la empresa no sea compatible con el anterior, en cuyo caso habrá que decaparlo.
- El cristalizado. Es un proceso lento que consiste en una reacción química fruto de la combinación de varios elementos y factores: la calcita que encontramos en este tipo de suelos, la lana de acero que actúa como catalizador de la reacción, el fluosilicato que incorpora el cristalizador y el calor resultante de la fricción que producimos con la máquina. El resultado de esta reacción química es una película de mineral impermeable de aspecto brillante.
- Sobre el suelo previamente decapado, limpio y seco, debemos aplicar dos o más capas de cristalizador, dotando la rotativa (de 175-200 r.p.m.) de lana de acero. Utilizaremos lana de acero del número 1 o del número 2 para las primeras manos, en función del estado del suelo (cuanto más deterioro, mayor grosor de la lana). Una vez hemos aplicado las dos primeras manos, podemos continuar con lana más fina, si pretendemos un brillo más intenso (nº 0-0000). Las pasadas deben de ser lentas y en sentido cruzado, para lograr un resultado homogéneo y sin trazos. Trabajaremos en zonas de aproximadamente 2 x 2 metros, pulverizando el producto y trabajándolo hasta secarlo por completo. Es importante vigilar la saturación de la lana de acero, volteándola y cambiándola cuando sea necesario. Cuando trabajemos con la máquina cerca de paredes y zócalos, mantendremos una distancia de unos 30 cm en la primera mano, reduciéndola en las posteriores. La máquina puede realizar su función hasta una distancia determinada del zócalo, por lo que tendremos que actuar manualmente en las zonas más próximas a paredes y en los rincones. Un buen profesional evitará salpicar paredes y mobiliario con el cristalizador. Para ello podemos aplicar las siguientes precauciones:
- Cerca de paredes y mobiliario, trabajar en sentido derecha a izquierda.
- Proteger con plástico o cartón las zonas susceptibles de ser salpicadas.
- Verter el cristalizador pulverizado y no en ‘charquitos’.
Tratamientos especiales de suelos cristalizables
- El rebajado. Cuando se instala un suelo, es muy difícil hacer que las juntas de las losas coincidan todas a la perfección. Para corregir los desperfectos de la instalación se procede al rebajado del suelo, que consiste en reducir el grosor del mismo con una máquina, hasta conseguir que quede liso y con las juntas al mismo nivel. Existen varias razones para rebajar el suelo, como por ejemplo para que la superficie esté totalmente a nivel o por motivos estéticos y de seguridad. Además, es el paso previo para que se pueda cristalizar y, por lo tanto, impermeabilizar.
- En este tratamiento se utilizan unas máquinas especiales llamadas rebajadoras, que disponen de un depósito de agua y un potente motor, y ejercen una alta presión. Equipada con piedras de magnesita de diferentes grosores, empezaremos por la piedra más basta a rebajar el suelo, refrigerando la acción a través del agua. Una vez recogida la pasta producida, con la ayuda de un aspirador, repetiremos el proceso con las piedras más finas, para alisar.
- El diamantado. Un suelo desgastado presenta una serie de arañazos y desperfectos, a veces microscópicos, que le dan una apariencia de viejo y sin brillo. Sin embargo, pese a presentar estos daños, puede estar perfectamente instalado.
- Para eliminar esos arañazos y devolver el aspecto original, podríamos proceder a un rebajado suave, solo con las piedras mas finas. Sin embargo, como ya no necesitamos tanta presión, podemos recurrir al diamantado, que se puede realizar con una rotativa normal en lugar de hacerlo con la rebajadora, con la ventaja de ser más ligera y manejable. El diamantado es, por lo tanto, un microrebajado que tiene la función de eliminar desperfectos producidos por el desgaste, se realiza con la rotativa y no sirve para nivelar suelos mal colocados. Utilizamos este tratamiento porque cuando un suelo ha llegado a un cierto nivel de deterioro, el cristalizado ya no responde, produciendo un brillo pobre. Además, el aspecto no es agradable y la limpieza se hace más difícil, y reparar el suelo mediante el diamantado puede dejarlo como el primer día.
- Al igual que en el rebajado, es necesario refrigerar la acción mediante agua. Debemos extender agua en abundancia sobre el suelo y colocar el primer juego de diamantes (normalmente un grano equivalente a 120) bajo la rotativa en contacto con el suelo. Trabajaremos con pasadas lentas y cruzadas sobre una superficie pequeña de aproximadamente 2×2 metros, añadiendo agua si es necesario. Finalmente, recogeremos la pasta formada mediante un aspirador y repetiremos la operación con los granos más finos.
- En suelo de tránsito intenso se puede considerar adecuado diamantar una vez al año. De todas maneras, el mejor criterio es la inspección visual, diamantando cada vez que sea ostensible el deterioro del mismo y cuando se pretenda un nivel de apariencia muy elevado. Normalmente no es necesario diamantar toda la superficie, ya que el desgaste de la misma se concentra en las zonas de más tránsito.
Descripción de suelos duros cristalizables
- El mármol. Se encuentra en la naturaleza en forma de carbonato cálcico metamórfico de estructura cristalina extrafina. El mármol varía considerablemente en composición, estructura y apariencia. Muchos contienen óxidos metálicos que le imparten la jaspeada variedad de colores. Es fácilmente rayable y no acepta tratamientos ni demasiado ácidos, ni alcalinos.
- Piedra caliza. Se encuentra también en la naturaleza y también son carbonatos, pero de Magnesio, denominándose entonces dolomitas. Son más frágiles que el mármol.
- Terrazo. Es, actualmente, el más aconsejable, por su acertada composición, que le da una considerable resistencia al tránsito, elegante presentación y fácil mantenimiento. Como inconveniente encontramos su elevada sobrecarga en la pavimentación. Se obtiene con la mezcla de cementos de elevada resistencia y partículas de mármol, influyendo en sus características positivas la cantidad, calidad y grosor de las partículas de mármol.
- El mármol compactado. En su constitución se ha partido del mármol como elemento decorativo, sustituyendo el cemento aglomerante por una resina especial polimerizable, lo que hace que en su momento pueda cortarse en láminas del grosor que se desee, así como en forma. El resultado es de las ventajas de un terrazo de muy reducida sobrecarga en la estructura edificada.