Más del 70% de los últimos brotes de enfermedades infecciosas emergentes tienen que ver con el salto de una enfermedad zoonótica a los seres humanos, debido a alteraciones de las condiciones ambientales, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y aproximadamente la mitad de estas enfermedades infecciosas que provienen de animales están provocadas por vectores como los mosquitos y las garrapatas y, en menor medida, también por las cucarachas, los roedores y los flebótomos, como señala Jorge Galván, director general de la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA). Las temperaturas cada vez más elevadas y otros aspectos vinculados al medioambiente y a nuestro modo de vida actual son factores que están favoreciendo la expansión de zoonosis y enfermedades vectoriales, lo que lleva consigo la necesidad de reforzar la gestión de plagas y los esfuerzos en sanidad ambiental.
Los dos grandes factores: cambio climático y movilidad
El actual aumento de la movilidad geográfica, tanto de personas como de mercancías, es una de las dos principales razones que explican el auge de enfermedades vectoriales y zoonosis. Estos desplazamientos “favorecen que podamos venir enfermos o que se puedan diseminar enfermedades a través de la importación de animales”, explica Javier Lucientes, profesor emérito del departamento de Patología Animal (Sanidad Animal) en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza.
“Hemos introducido una serie de mosquitos, de vectores, que pueden ser apropiados para transmitir enfermedades como el dengue, el zika o el chikungunya. Estas especies tropicales han encontrado un ambiente cada vez más apropiado para poder desarrollarse”, señala Lucientes. Hace años, “una persona podía llegar infectada con dengue o fiebre amarilla y no le pasaba nada, o [este mal] pasaba desapercibido”, pero ahora, “como alguna de estas personas [infectadas] coincida en un ambiente donde está el vector apropiado —en el caso de España, el mosquito tigre (Aedes albopictus)—, es entonces cuando aparecen focos”, continúa.
Por otra parte, el segundo factor que contribuye más notablemente al auge de los riesgos sanitarios causados por el desarrollo de potenciales zoonosis y enfermedades vectoriales deriva de las consecuencias del cambio climático. Tanto los mosquitos como las garrapatas son artrópodos, animales de sangre fría sin la capacidad de autogenerar una temperatura constante en su organismo que les permita estar activos durante todo el año, lo que les hace depender de la temperatura externa. Sin embargo, las cada vez más altas temperaturas hacen que haya menos mortalidad invernal de estos animales y que su periodo de actividad empiece antes y acabe mucho más tarde. Lo que hace, también, que puedan transmitir enfermedades durante mucho más tiempo, desarrolla el profesor.
Las temperaturas más suaves también permiten que los vectores “estén colonizando lugares nuevos que antes no podían colonizar”, agrega. Por ejemplo, los flebótomos que transmiten leishmaniasis “antes llegaban hasta los 700 metros en la zona del Pirineo, y ahora ya se ha encontrado que en Lérida suben superando los 1.000 metros, o en Aragón”.
La transmisión en España
En nuestro país, las diferentes regiones presentan vulnerabilidades diversas, dependiendo de las plagas a las que hagamos referencia. Destaca, por ejemplo, la amenaza del mosquito tigre, especialmente en la zona del Levante. El Aedes Albopictus, que puede transmitir hasta 22 tipos de virus diferentes, es un ejemplo de especie introducida que se ha adaptado a vivir en nuestras ciudades, con una progresiva colonización en toda España. “Desde su introducción en nuestro país por la zona de Barcelona hace ya cerca de dos décadas, esta especie invasora no ha dejado de hacer honor a su nombre. Su control específico entraña, además, una gran dificultad, porque se trata de una especie altamente adaptativa que, si bien necesita la humedad para reproducirse, también es capaz de sobrevivir en condiciones en las que esta sea mínima”, explica Galván.
Por otra parte, las zonas más cercanas a los ríos, como ocurre en Zaragoza (con el Ebro) o Madrid (Manzanares), vienen sufriendo en gran medida los problemas asociados a la mosca negra, que puede producir dolorosas picaduras y fuertes reacciones alérgicas. La expansión de esta especie, además, también tiene consecuencias negativas para el ganado.
Un caso reciente que ha habido que lamentar relacionado con la transmisión de enfermedades por animales ha sido el fallecimiento, el pasado mes de julio, de un hombre de 74 años tras haber contraído la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, debido a la picadura de una garrapata mientras estaba en un municipio de Toledo. La distribución del virus (VFHCC) coincide con la de la garrapata del género Hyalomma, y en España se conoce su circulación desde 2010. Después de la detección de los primeros casos humanos en 2016 se localizaron garrapatas positivas en el virus en Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Madrid y Andalucía. El aumento de población de esta especie y su mayor dispersión en el país se ven beneficiados por la existencia de inviernos más suaves, que contribuyen a su supervivencia, según apunta un estudio del Ministerio de Sanidad.
Otra cuestión importante, como señala Lucientes, es el hecho de que haya cultivos tradicionales que se estén perdiendo a favor de otros muy extensivos o agrícolamente más rentables. Esto favorece que dentro de las ciudades se introduzcan ejemplares de fauna silvestre que actúan como reservorios. Como ejemplo, está el foco de leishmaniasis de Fuenlabrada (Madrid), originado por el crecimiento de las poblaciones de liebre y conejo.
Enfoque ‘One Health’
Teniendo en cuenta todo este contexto, organismos mundiales de gran relevancia, como la OMS, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal promueven el llamado enfoque One Health (en español, “Una sola salud”). Esta perspectiva, a la que también se adscriben entidades como ANECPLA —que forma parte de la Plataforma Española One Health— se basa en el planteamiento de que la salud de las personas, de los animales y de los ecosistemas están estrechamente interrelacionados.
Por tanto, cualquier vulnerabilidad registrada en uno de esos lados del triángulo pone en riesgo la integridad de los demás, y la colaboración multisectorial y multidisciplinar es la clave para abordar los retos de salud de nuestra sociedad. Este enfoque, según los cálculos del Banco Mundial, podría reportar beneficios para la comunidad, a nivel mundial, de al menos 37.000 millones de dólares al año, mientras que el gasto en prevención requerido supondría menos del 10% de estos beneficios.
Aunque en España estamos “ampliamente preparados” para afrontar los riesgos de zoonosis existentes, “todavía hace falta una implantación más profunda del enfoque One Health, para garantizar la coordinación de todos los actores implicados en la gestión de riesgos y que los trabajos se realicen desde enfoques multidisciplinares, a fin de maximizar su eficiencia y efectividad”, apunta Galván. Aun así, destaca que, dentro de nuestras fronteras, hay ejemplos que ya pueden servir como modelo a seguir, como el Plan Estratégico Andaluz para la Vigilancia y Control de Vectores Artrópodos con incidencia en Salud (PEVA).
Medidas para prevenir y para afrontar las plagas
Debido a las tendencias demográficas globales, las ciudades van a ser, en los próximos años, focos en los que será necesario permanecer especialmente vigilantes. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) asevera que las urbes “representan el futuro del modo de vida global” y que, para 2050, el 70% de la población vivirá en zonas urbanas. Esta evolución, que conlleva una mayor densidad de población, puede acrecentar los riesgos de transmisión de enfermedades vectoriales por plagas.
En este sentido, los expertos coinciden en la necesidad de reforzar los esfuerzos y la concienciación por parte de la ciudadanía, sobre todo para atender plagas como la del ya mencionado mosquito tigre, dado que la mayor parte de sus lugares de cría se encuentran en el ámbito privado. En este sentido, se recomiendan acciones como cubrir las piscinas de plástico cuando no estén siendo utilizadas, vaciar el agua que se queda en los platos de las macetas, cambiar con frecuencia el agua de los bebederos de los animales domésticos y evitar cualquier otra acumulación de agua que se pueda generar en el hogar.
Otras medidas relacionadas con la prevención de zoonosis y enfermedades vectoriales son evitar dar de comer a los animales en la vía pública, ya que esto puede dejar residuos que alimenten a potenciales plagas (cucarachas, ratas, etc.), o cortar la vegetación y controlar su crecimiento para evitar que las garrapatas se suban a los hospedadores.
Relevantes son, también, las tareas que quedan en manos del ámbito corporativo, especialmente en sectores empresariales clave, como la industria alimentaria, dado que la labor preventiva de gestión de plagas es fundamental en todos los entornos en los que se comercialicen, distribuyan, procesen o manipulen alimentos.
Por otra parte, desde ANECPLA destacan un riesgo adicional que hay que tener en cuenta en la gestión de plagas: su progresiva resistencia a los insecticidas. “Esta resistencia la hemos podido comprobar muy especialmente en las cucarachas, que han venido sufriendo en los últimos años una serie de mutaciones genéticas aleatorias que están haciéndolas resistentes a los productos biocidas que, hasta el momento, se estaban empleando para su control”. Un contexto al que se suman las cada vez más fuertes restricciones europeas en la legislación sobre el uso de biocidas, relata el responsable de la asociación.
Si bien —continúa— los profesionales de sanidad ambiental siempre evalúan el coste-beneficio existente y dan preferencia a las medidas físicas y biológicas por delante de las químicas, “cuando no hay otra solución posible para el control adecuado de una plaga como, en este caso, la de las cucarachas, el empleo de biocidas efectivos es fundamental”.
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