La situación única y excepcional que estamos viviendo durante este periodo a causa de la crisis sanitaria del Covid-19 ha hecho estallar por los aires todos los esquemas económicos, sociales, sanitarios y políticos. Y cuando se recomponga, probablemente, nunca volverá a ser como antes porque esta pandemia ha demostrado la fragilidad de todas las personas, la vulnerabilidad del sistema, y ha dado sentido a la palabra globalización.
Son momentos de gran incertidumbre y desasosiego para todos, sin excepción, porque esta crisis nos golpeará a todos de una forma o de otra. Y es en estas situaciones límites donde cada uno de nosotros debemos dar la talla. Nuestro sector, sin duda, lo ha hecho.
Jamás imaginé (supongo que nadie lo hizo) que a lo largo de nuestra vida podríamos enfrentarnos a una situación como la que estamos viviendo durante estas últimas semanas y que ha puesto en jaque a todo el planeta. Son semanas tremendamente complicadas, en las que a la lógica inquietud por la salud individual y colectiva, se suma una profunda preocupación laboral y económica que lastrará a nuestro país a una de las mayores crisis económicas de la historia del capitalismo.
Si hay algo que ha permanecido inalterable durante este periodo es el importante papel de nuestro colectivo. Casi sin darnos cuenta, sectores como el nuestro, poco valorados y frecuentemente invisibles, se han situado en la primera línea de batalla para hacer frente a este virus letal. Los grandes olvidados son ahora los esenciales. Lo son ahora y lo deberían ser siempre. Por eso, he elegido como título de esta tribuna el virus de la oportunidad, porque esta pandemia ha conseguido visibilizar el preciado trabajo que realizan los profesionales de limpieza cada día.
Entre todos debemos ser capaces de convertir este virus en el virus de la oportunidad
El trabajo silencioso y útil que cada día realizamos se está viendo reconocido durante esta crisis. La importante labor que estamos realizando, no exenta de riesgos en muchos casos, está jugando un papel esencial no solo para evitar nuevos contagios, sino también para que otros colectivos puedan desempeñar su actividad sin poner en riesgo su salud.
Si hay algo cierto a día de hoy es que la higiene es, por el momento, el único antídoto conocido para parar esta pandemia. El aplauso que los diputados del Congreso dieron a Valentina Cepeda, la profesional de limpieza encargada de desinfectar el estrado cada vez que un parlamentario subía a la tribuna, quedará para siempre grabada en la retina de toda la sociedad como un ejemplo de cómo nuestro sector está librando la contienda.
Y a esta contienda en la que estamos batallando contra un enemigo invisible hemos ido sin armaduras. Desde el inicio de esta alarma, hemos reiterado ante todas las Administraciones Públicas y medios de comunicación la dificultad para conseguir equipos de protección con los que defendernos de la implacabilidad del virus. Somos conscientes de que el desabastecimiento es extensivo para todos los sectores, especialmente para el sanitario, que es el más expuesto, pero si nuestra labor es la de hacer nuestro trabajo, la del Gobierno es hacer el suyo: dotar de EPIS adecuados a todos los colectivos esenciales que están trabajando por librar a este país de esta dramática situación.
En paralelo, no debemos perder de vista que tras arrinconar al virus tendremos por delante otra batalla no menos complicada: trabajar conjuntamente por la reconstrucción de este país. Para ello las medidas laborales y económicas acordadas por el Gobierno español, en particular, y por los Estados miembros de la UE, en general, serán fundamentales para reactivar la economía y devolver la confianza a los consumidores.
Espero que el Gobierno comprenda que para salvar empleos hay que salvar antes a las empresas que los crean y pagan las nóminas y los impuestos. Se puede prohibir despedir, pero no se puede prohibir a las empresas quebrar, muchas lo harán, lamentablemente, si no se hace algo para ayudarlas.
Entre todos debemos ser capaces de convertir este virus en el virus de la oportunidad.