Jesús Martínez Nogal, presidente de AFELIN
Jesús Martínez Nogal Director General Grupo NB

Sector limpieza profesional Estado de la contratación y situación laboral

contratación

Al analizar la evolución seguida en la contratación pública y privada desde la declaración del Estado de Alarma en nuestro país, se hace difícil trazar unas líneas generales por las diferentes coyunturas que se han ido dando a lo largo de estos meses.

Antes de nada, insistir en que ha tenido que haber miles de muertos, cientos de miles de contagiados, tener los hospitales desbordados y sufrir, en definitiva una auténtica catástrofe sanitaria para que el sector de la limpieza haya sido reconocida como actividad esencial en la protección de la salud. Pero no solo en aspectos sanitarios, sino también en las vinculaciones económicas que el ámbito de la salud provoca.

A diferencia de lo ocurrido en la crisis económica del 2010, en la que la limpieza era un servicio ‘prescindible’ y se utilizó como elemento para la reducción de costes, en esta época de la COVID19, el sector de la limpieza ha emergido como actividad esencial para proteger la salud de las personas. De pronto muchos han caído en la cuenta, que la limpieza no solo es un factor de estética, si no de higiene, que repercute de manera fundamental para evitar la propagación de contagios y enfermedades y, por lo tanto, para mejorar la productividad de las personas, así como el entorno y la calidad de los centros de trabajo. Sin duda alguna ha sido una época en la que se ha puesto en valor a empresas y trabajadores, es decir al sector de la limpieza.

Contratación pública y privada

Entraremos a analizar cómo ha evolucionado la contratación en sus dos vertientes, público y privada.

Empezando por la contratación pública, la evolución de la misma ha pasado por diferentes fases con gran variedad de casuística.

No ha habido una actuación conjunta y coordinada de la Administración pública. Cada administración en su correspondiente ámbito (estatal, autonómico, local)  ha ido ‘improvisando’ y marcando su propio camino. La Administración del Estado por un lado. Las administraciones autonómicas por otro y a su vez cada autonomía marcando sus propios criterios. Cada ayuntamiento también ha gestionado de manera autónoma sus responsabilidades. Es verdad que todos han intentado estar bajo el paraguas de la legislación vigente, pero insisto, con criterios de gestión diferentes.

En general, se intentaron mantener ‘vivos’ los contratos de limpieza, aunque en ocasiones se inclinaran por suspenderlos temporalmente. La suspensión en general no acarreaba una reducción de costes significativos, y, sin embargo, provocaron problemas para la gestión de dicha suspensión, donde salieron perjudicados empresas y trabajadores, además de un empeoramiento del servicio. Más favorable fue la gestión de los contratos que se mantuvieron activos, porque se mejoró el servicio, se mantuvieron íntegros los puestos de trabajo y la propia Administración no entro en un complejo proceso burocrático que no le aportaba nada. En una primera fase del Estado de Alarma, la contratación pública se limitaba a gestionar lo expuesto anteriormente en instalaciones como colegios, etc., y a activar refuerzos de manera extraordinaria sobre los contratos existentes, reforzando la actividad de la limpieza, según se iban activando las dependencias públicas. No hace falta aclarar, que en el ámbito sanitario, desde el primer momento se gestionó reforzando los servicios de limpieza, como no podía ser de otra manera.

Evidentemente, todo el proceso anterior se fue tramitando en su mayor parte con carácter de urgencia a través de contratos de emergencia. Prácticamente se paralizó el desarrollo de concursos en procedimientos ordinarios.

A partir del verano, poco a poco se fue reactivando cierta normalidad. Se fueron poniendo en marcha los procedimientos habituales de contratación a través de las licitaciones correspondientes. En los nuevos concursos, eso sí, se fueron incorporando elementos para la prevención del Covid19 (geles hidroalcohólicos, toallas, alfombras desinfectantes, purificadores de aire….), intentando que lo asumiera la empresa adjudicataria, en muchas ocasiones, sin contemplar el sobre coste que eso suponía y que no se incluía en los presupuestos.

Lo más lamentable desde mi punto de vista, es que a pesar de valorar el servicio de limpieza como algo fundamental y esencial para la protección de las personas, se vuelven a adjudicar los concursos con la variable del precio más bajo como el factor más determinante para su adjudicación. A pesar de todo lo vivido, vuelven a valorar nuestro servicio, no por la calidad en la ejecución del mismo, sino por quién lo hace más barato sin valorar el valor óptimo del mismo. Desde las asociaciones del sector tendremos que seguir trabajando para que la contratación pública se adapte a la ley de contratos y se tenga en cuenta el valor óptimo y no que sea el precio más bajo el que determine la adjudicación de los contratos. Se mejorara en la eficiencia del servicio y en la optimización adecuada de los recursos públicos. “Buscar el mejor precio, no el menor precio”, que no es lo mismo.

En cuanto a la contratación privada, decir que ha evolucionado íntimamente ligada a la evolución económica de cada empresa cliente según el sector al que pertenecía. En líneas generales como indicaba antes, en los sectores económicos que han mantenido o aumentado su actividad (sector alimentario, distribución, sanitario, industria automoción…) la demanda de nuestros servicios no solo se han mantenido, si no que se ha aumentado requiriéndonos más actividad  de higiene. Sin embargo, en el ámbito privado no podemos olvidar los sectores que han sido castigados duramente, como son los vinculados al turismo (hoteles, restaurantes, aeropuertos y negocios vinculados a los mismos), aquí nuestro sector y nuestras empresas también han sido golpeadas de manera importante con la  reducción e incluso práctica desaparición de la actividad en los mismos.

En el futuro, somos servicios y  siempre iremos a la par de la actividad económica general, si crece, creceremos, si cae, caeremos. En el sector privado ha aumentado el nivel de exigencia en la realización de los servicios. Las empresas tenemos que estar más y mejor preparadas para responder con rapidez y eficacia a las demandas de los clientes. Por eso, cada vez más, la especialización y la capacidad de respuesta determinará el futuro y la viabilidad de las empresas.

Situación laboral

En cuanto a la situación laboral de los trabajadores, al igual que la contratación, ha ido evolucionando a lo largo de los meses. Antes de nada, es de justicia, valorar el esfuerzo, profesionalidad y responsabilidad con que la mayoría de trabajadores afrontó su trabajo. En líneas generales, la sociedad valoró y puso en alta estima a nuestro personal y su trabajo.

En el primer impacto de la pandemia, los ERTEs en el sector privado llegaron a afectar a alrededor del 40% de los trabajadores. La cobertura legal de protección (70% BCC) ha sido un colchón clave para soportar la situación con un mínimo de dignidad. Otra cosa ha sido el lamentable funcionamiento en la aplicación de las coberturas, llegando a muchas personas demasiado tarde, lo que ha provocado situación de emergencia social en muchas familias. Por otro lado, en el sector público, apenas ha habido ERTEs, se han intentado buscar otras fórmulas de gestión.

No disponemos todavía de datos suficientes, pero la salida de esta segunda ola de contagios, determinará muchos puestos de trabajo en el sector, según el nivel de reactivación económica que se desarrolle. Los clientes que se queden en el camino, dejarán, tristemente, muchos puestos de trabajo en limpieza, también en el camino. Esperemos que al menos, en los clientes que sigan adelante, recuperemos no solo el empleo que existía anteriormente, sino que aumente y sea capaz de absorber muchos de los que se pierdan en sectores golpeados por la crisis derivada de la pandemia. La previsión que tenemos, es que el empleo en el sector no quede especialmente castigado, y se pueda mantener o aumentar dada la importancia que tenemos para preservar la salud a través de la higiene de las instalaciones.

El aspecto más lesivo al que se tienen que enfrentar las empresas es sin duda el altísimo absentismo del sector. Si ya de por sí, el absentismo era uno de los caballos de batalla que más incidencia estaba teniendo en la cuenta de resultados de las empresas, con el efecto que podemos llamar Covid19 simplemente se ha disparado. En un sector como el nuestro donde más del 80% del coste del servicio corresponde a los costes de personal, la incidencia del absentismo se torna determinante. Las bajas por contagios unidos a los aislamientos por positivos cercanos, especialmente en madres y padres de niños en edad escolar, ha disparado los índices. En este sentido, habría que denunciar la pasividad que muchos médicos están empleando a la hora de formalizar las altas en personas trabajadoras que simplemente están aisladas por cercanía. El procedimiento que se realiza está demasiado burocratizado sin tener en cuenta el alto coste que supone su mal funcionamiento, tanto económico como organizativo para las empresas. Es una aspecto a mejorar, todo ello sin poner en riesgo la salud de las personas.

Como resumen decir, que no han cambiado demasiado los modelos de contratación, donde el precio sigue jugando un papel fundamental para la adjudicación, por encima de la calidad del servicio prestado. En el sector privado, la situación vivida es un refuerzo para las empresas más preparadas y especializadas que cubran las necesidades que demanden nuestros clientes. En números absolutos esperamos un mantenimiento del empleo en el sector, pero habrá que valorar y buscar medidas que reduzcan el elevado absentismo del sector. La formación será un elemento clave en la empleabilidad de las personas por la alta demanda de especialización que se buscará en el sector.

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