El sector de la gestión de residuos, tanto la correspondiente a los urbanos como a los especiales, es un sector invisible para muchos, o no tan conocido como otros sectores industriales, en gran medida por encontrarse al final de la inmensa mayoría de las cadenas de producción. Esto conlleva que nuestra materia prima procede de otros tantos procesos en los que han sido modificadas muchas de sus características, lo que aporta una especial dificultad a la hora de su tratamiento.
Dentro de este sector, los residuos urbanos son los más conocidos, ya que todos nosotros somos productores diarios de residuos en nuestros hogares (incluso de material electrónico debido a la creciente instalación de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana); pero hay otro tipo de residuos con los que no se está tan familiarizado, al proceder en un porcentaje muy representativo del ámbito de la industria, como son los residuos especiales.
Que un residuo sea catalogado como especial implica una mayor complejidad en materia de prevención, ya que sus propias características hacen que sean, según su procedencia, tóxicos, nocivos, irritantes, corrosivos, inflamables, explosivos, etc., tanto para los operarios durante su manipulación como en la potencial peligrosidad en cuanto a la generación de situaciones indeseadas, siendo su ejemplo más claro los incendios y las explosiones.
La química en la gestión de residuos
Lo comentado nos conduce de manera directa al ámbito de la química, adquiriendo una importancia capital, por aplicación directa, de todo aquello relacionado con la higiene industrial, y es precisamente en este punto a partir del cual hemos de trabajar atendiendo a riesgos que, en la mayoría de las situaciones, son invisibles.
Los pilares sobre los que se apoya la gestión de la prevención frente a los riesgos de naturaleza química son el análisis y revisión de procesos, la caracterización y clasificación en origen, la realización de mediciones rutinarias, la gestión de las emisiones en el puesto de trabajo y el uso de equipos de protección individual.
En cuanto al análisis y revisión de procesos, una práctica muy saludable es la de realizar revisiones y planteamientos periódicos sobre la posible adopción de mejoras en el origen (máxima a seguir en materia de prevención), pudiendo llegar a sorprendernos los beneficios que se pueden obtener, tanto a nivel preventivo como productivo, con la simple sustitución de una sustancia interviniente en una reacción por otra de similares características. Sirva de ejemplo el siguiente: la sustitución de un compuesto con un elevado porcentaje de óxido de calcio, utilizado en un proceso de estabilización de residuos, por otro en el que se disminuía este elemento a favor de otros, como es el magnesio, supuso la reducción de las emisiones de micropartículas de cal en la atmósfera de trabajo de los operarios en más de un 90%.
La caracterización, mediante su paso por laboratorio en el momento de la entrada, y posterior clasificación, son herramientas previas preventivas claves en el tratamiento y gestión de este tipo de residuos. No hemos de olvidar que no son productos puros, sino que presentan–tal como se mencionó al inicio, aunque dentro del mismo abanico de características físico-químicas– una variabilidad en su composición que pueden conducir a incompatibilidades que desemboquen en reacciones no deseadas. De ahí la relevancia de obtener la máxima información posible de aquello con lo que estamos trabajando. Dependiendo de este conocimiento se puede llegar incluso al bloqueo y desestimación de la gestión de residuos.
Control preventivo
Contando con la mayor cantidad de información posible sobre el residuo que se ha de tratar, y una vez que entra dentro del proceso de tratamiento correspondiente, el siguiente punto a tener en cuenta para su valoración, seguimiento y control preventivo es la realización de las mediciones higiénicas pertinentes.
En nuestro caso, los controles se realizan sobre agentes químicos (según norma UNE-EN 689:2019 sobre exposición en el lugar de trabajo y medición de la exposición por inhalación de agentes químicos), los compuestos orgánicos volátiles (según norma UNE 81586:1998 sobre calidad del aire y atmósferas en el lugar de trabajo), metales (UNE 81587:2017 sobre exposición en el lugar de trabajo y determinación de metales y metaloides en partículas en suspensión en el aire) y polvo (MTA/MA-014/A11 para la determinación de materia particulada en fracciones inhalable, torácica y respirable en aire).
Estas mediciones higiénicas nos aportan una gran cantidad de información sobre cómo se desarrollan las reacciones propias de los procesos en los que actúan los residuos como materia prima, de modo que el análisis de estos resultados nos lleve a un control adecuado y pudiendo llegar a surgir la adopción de medidas de cambio o mejora.
De todo proceso químico, y más cuando se está tratando con productos con una fracción evaporable elevada sometidos a reacciones con aumento de calor, uno de los principales focos en cuanto a la prevención hemos de ponerlo en los gases resultantes, tanto por su nocividad para el trabajador como en la posibilidad de un aumento en la concentración (uno de los vértices del triángulo del fuego). Esto se consigue, en gran medida, mediante la ventilación natural, en el caso de ser viable; pero hay otras tantas situaciones en las que se ha de adoptar la medida de la extracción localizada que ha de estar dimensionada de una manera adecuada a las necesidades del proceso.
Atmósferas ATEX
De lo mencionado en el párrafo anterior sobre la extracción localizada, y por ende la introducción de equipos de aspiración, no hemos de olvidar que la acumulación de gases inflamables (o de cualquier otra naturaleza que, por efecto aditivo, puedan adquirir estas mismas propiedades) nos conducen a la generación de atmósferas ATEX, lo que nos llevaría directamente al análisis previo en detalle de las características que han de tener estos equipos para no encontrarnos con problemas derivados de una mala elección.
Por último, en referencia a los equipos de protección individual a implantar en cada puesto de trabajo afectado por la presencia de productos químicos, haciendo especial hincapié en los volátiles, se vuelve a destacar la importancia de las mediciones higiénicas, que para este caso también son fundamentales, ya que nos aportan la información necesaria sobre los tipos y nivel de concentración de compuestos a los que nos enfrentamos y sobre los que se fundamenta la elección de los equipos de protección respiratoria, intentando ajustarlos a las necesidades y sin olvidar, en la medida de lo posible, el confort del operario que, en ocasiones, ha de ir durante un tiempo con estos equipos.