Nos encontramos en un momento histórico crítico. Acabamos de transitar lo peor de una pandemia, y eso nos ha hecho aumentar nuestra sensibilidad hacia los riesgos que existen para la salud pública. Más concretamente, con la Covid 19 se ha vuelto a poner el foco sobre los riesgos que conllevan las zoonosis y enfermedades de transmisión vectorial, prestándose mayor atención a aquellas voces que, desde hace tiempo, alertan acerca de posibles futuras pandemias con este origen. Y es que mientras que el 60% de las enfermedades humanas infecciosas son zoonóticas, hasta el 75% de los patógenos emergentes del ser humano son de origen animal.
Es por eso que, a día de hoy, uno de los riesgos más importantes es la concentración en las zonas urbanas de vectores como mosquitos, garrapatas o roedores, transmisores de enfermedades con un potencial pandémico enorme en todo el mundo. Las ciudades son, precisamente, su principal foco de desarrollo y expansión, por lo que, con el incremento de su presencia en estas, los riesgos de transmisión se ven multiplicados exponencialmente.
Lo cierto también es que, en la actualidad, cada vez son más las evidencias que muestran que el cambio climático, el calentamiento global, la globalización, la deforestación, etc. son condiciones que están favoreciendo el que nuevos virus salten de animales a humanos.
Ante esta situación tan comprometida, desde ANECPLA revindicamos la importancia de los profesionales de la gestión de plagas y la sanidad ambiental, trabajadores de un sector que desempeña un papel vital en el control de este tipo de vectores y, consecuentemente, en la minimización de riesgos para la ciudadanía mundial.
Insistimos, asimismo, en que es imposible entender su control bajo un prisma diferente al del enfoque One Heatlh sumado a una Gestión Integrada de Plagas, fórmulas en base a las que, desde ANECPLA, llevamos años trabajando.
El abordaje a través del enfoque One Health (Una Sola Salud) no es más que una estrategia que, en un contexto como el actual –donde fenómenos como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas naturales están favoreciendo la aparición de enfermedades emergentes como consecuencia del mayor contacto entre la vida silvestre, los animales de abasto y los humanos–, reclama un cambio de paradigma que aúne la salud humana, animal y ambiental de forma global como la única vía de afrontar con éxito los problemas de salud pública actuales y futuros en todo el mundo.
¿A qué panorama nos enfrentamos?
Existe un alto número de enfermedades latentes en todo el planeta y de las que tanto aves como mosquitos son capaces de vehicular de un extremo al otro del mundo en muy poco tiempo. Por eso no hay, y es imposible que existan, enfermedades estancas acotadas en determinadas zonas del planeta. Menos aún en un mundo en creciente globalización y que está experimentando cambios en los ecosistemas.
Y es que las aves pueden llevar consigo en sus migraciones vectores, como garrapatas, a lugares muy lejanos de su punto de partida en muy poco espacio de tiempo. Las garrapatas son, solo por detrás de los mosquitos, los vectores con un riesgo mayor de transmisión de enfermedades de gravedad. Para agravar la situación, el calentamiento global está generando que muchos de estos vectores ahora sean capaces de sobrevivir y reproducirse en latitudes que hace unos años era impensable. Sin duda, el calentamiento global está afectando positivamente a la capacidad de adaptación de muchos artrópodos vectores a nuevos entornos.
Y no solo eso. Es más que posible que el número de roedores supere al de sus ciudadanos en muchos de los núcleos urbanos de todo el mundo. Una cifra más que alarmante si tenemos en cuenta el dato que mencionábamos de que el 60% de las enfermedades que afectan al ser humano son de origen zoonótico, y los roedores desempeñan un papel fundamental en la transmisión de estas zoonosis.
Algunas de las medidas más eficaces para contener, en la medida de lo posible, este tipo de enfermedades vectoriales pasan por evitar el continuo aumento de temperaturas globales, parar la deforestación, realizar una vigilancia entomológica y desinsectación exhaustivas de medios de transporte (especialmente barcos madereros), desarrollo de la medicina tropical y la incentivación de las vacunas y profilaxis para aquellas personas que vayan a viajar a zonas de riesgo.
Para hacer frente a este nuevo paradigma es fundamental, además, enfocar esfuerzos en la gestión de plagas. Y es que el sector de la sanidad ambiental tendrá un papel crucial en el control y minimización de estos riesgos, cada vez mayores. Necesitaremos un sector fuerte, formado y bien integrado en la estrategia de abordaje global One Health.
El sector de la sanidad ambiental lleva años implantando este enfoque One Health a través de la ejecución de la Gestión Integrada de Plagas, y ha demandado la necesidad de una mayor formación del sector, imprescindible para cumplir adecuadamente su función fundamental de contención de la expansión de especies plaga y la minimización de sus riesgos asociados para la salud pública. Confiamos en que el futuro normativo vaya en esta dirección.