Cualquier edificio de uso masivo, como las oficinas, los centros de enseñanza o las instituciones públicas, requiere de unas medidas básicas de limpieza periódicas para su utilización. Sin embargo, hay algunas instalaciones que, por sus particularidades, la higiene y la desinfección es aún más necesaria y debe hacerse con mayor profundidad. Nos estamos refiriendo a los centros de salud, en general, y a las residencias de ancianos, en particular. No en vano, las personas mayores son un colectivo muy vulnerable a los virus y a los alérgenos y muy proclive a los contagios debido a su edad y, en muchos casos, a su estado de salud.
Así, por ejemplo, lo pone de manifiesto Guillermo Liras, responsable de Marketing del Sector Leader, Sector Sanitario y Empresas de Limpieza de Diversey: “El hecho de estos centros tengan una problemática específica, con diversos tipos de residentes, válidos, asistidos y en muchos casos con un sistema inmunitario deprimido, hace que sus necesidades de higiene sean mayores y se parezcan más a las de un hospital que a las de otro tipo de centros”, asegura.
De esta forma también piensa Rosa Ferrando, directora de Brócoli Facility Services, para quien, incluso, “las necesidades de higiene y limpieza de este tipo de instalaciones pueden ser muy superiores a las de la media”, confirma. Precisamente, al trasiego de personas y la actividad normal de cualquier instalación, hay que sumar las situaciones concretas que se pueden producir por el deterioro de las facultades de los ancianos, como pueden ser vómitos, secreciones incontrolables o incontinencias que generan focos de suciedad con altas cualidades infecciosas.
Por eso, a lo hora de abordar su desinfección, es imprescindible contar con profesionales del sector que puedan desarrollar un plan de higiene que ayude a dar con las necesidades específicas de cada centro de la tercera edad, teniendo en cuenta tres aspectos principales que enumeran los responsables del departamento de Comunicación y Marketing de Nítida: “El perfil de los residentes, el personal de limpieza y los productos y sistemas”. En el primer caso, su vulnerabilidad es un factor que hay que tener en cuenta en el plan de higiene, ya que, en palabras de los representantes de Nítida, “el adecuado mantenimiento de los centros ayuda a disminuir el peligro de infección y contagio tanto entre los propios residentes como entre ellos y el personal de limpieza o las visitas del exterior”.
En cuanto al personal de limpieza, es fundamental su adecuada formación para llevar a cabo el plan de higiene de manera correcta. Deben conocer, por tanto, las propiedades y el modo de uso de los productos que van a utilizar; los métodos de higienización para según qué estancias, porque no es lo mismo limpiar una cocina o un baño que una cama articulada. Y por último, recalca el equipo de Comunicación y Marketing de Nítida, “hay que tener cuidado con no dejar productos al alcance de los residentes y retirar los envases respetando el medio ambiente”.
Con respecto a los artículos de limpieza, hay que utilizar sistemas de dosificación, puesto que permiten controlar la cantidad justa de producto necesaria para llevar a cabo la desinfección aprovechando hasta la última gota. Para ello, eso sí, es fundamental evitar el contacto directo con el producto por parte del personal y facilitar su identificación y trazabilidad. Y dada la vulnerabilidad de los residentes, es importante conocer muy bien las características de los productos químicos, ya que aunque es necesario desinfectar en profundidad, a la vez hay que saber los efectos de los bactericidas para evitar posibles reacciones alérgicas en los ancianos.
En este sentido, las empresas profesionales de limpieza están haciendo aquí grandes esfuerzos no solo en mejorar aquellas áreas más tradicionales, como la higiene de cocinas, lavandería o pisos; sino también en ofrecer soluciones que permitan optimizar los procesos y conseguir ahorros operativos, con la intención de poder dedicar más recursos para cuidar de los residentes. En palabras de Liras, de Diversey, “establecer unos protocolos claros de limpieza y desinfección atendiendo a una clasificación por zonas de riesgo de infección, con unas pautas determinadas en relación a las frecuencias de trabajo, se convierte en algo vital”.
Las zonas más importantes
Eso sí, durante la elaboración de ese plan de limpieza que comentábamos anteriormente, es necesario hacer hincapié en tres áreas principales: la cocina, los baños y la higiene textil. La primera es un espacio propicio para las bacterias, pues es “donde se manipulan los alimentos que van a ser ingeridos por los residentes y personal del centro”, confirman los portavoces de Nítida. Aquí adquiere importancia la utilización de productos desinfectantes, cuya aplicación debe realizarse en ausencia de alimentos y sin mezclarse con ningún otro producto químico, respetando siempre los tiempos de actuación y aclarando posteriormente la zona.
Y lo mismo sucede con los baños, tanto los comunes como los asistidos, aquellos en los que la gente mayor no actúa sola, sino que es ayudada por su cuidador para que pueda asearse, ducharse, cambiarse de ropa, etc. En este sentido, su frecuencia de higienización debe ser alta en esta clase de centros, unas “tres o cuatro veces al día como mínimo”, en palabras de Ferrando, de Brócoli Facility Services.
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