El olor de la DANA de Valencia que no te llega a través de la tele ni el móvil

Gertrudis Bujalance

A punto de cumplirse el mes desde que sucedió el desastre de Valencia, el escenario tras la catástrofe podría describirse con el título de aquella novela Cañas y barro del valenciano Vicente Blasco Ibáñez, publicada al romper el siglo XX. Sigue habiendo garajes llenos de lodo, bajos y locales empantanados, alcantarillas anegadas. Los efectivos y voluntarios trabajan en la zona de la DANA con mascarillas, porque un fétido olor a podredumbre lo impregna todo.

El olor de la DANA que no se percibe en las pantallas

Durante las semanas posteriores al aciago 29 de octubre de la DANA, los vecinos decían a los voluntarios que temían que la pestilencia indicara la aparición inminente de centenares de cadáveres. La cifra parece haberse quedado en torno a los 230 muertos, no solo en Valencia, sino también en Castilla-La Mancha y Andalucía.

Un párroco del barrio de La Torre explica que allí ni siquiera estaba lloviendo, «pero llegó toda el agua de los barrancos desbordados y fue como un tsunami«. Cuando faltan cuatro días para alcanzar un mes desde que sucedió la DANA, las zonas afectadas siguen cubiertas de una capa de barro más o menos seco. Unos 500 garajes permanecen llenos de agua y barro, situación que empuja a decenas de vecinos a huir de sus casas por miedo al derrumbe y por el terrible olor a gasolina que permean sus casas. A esto se añade el peligro de la intoxicación por monóxido de carbono, gas sin olor que puede llegar a producir la muerte.

Las personas testigos de la debacle hablan de un peculiar hedor a combustible, residuos fecales, descomposición y salitre. Las espeluznantes imágenes de la DANA conmueven a España desde hace casi un mes, pero el olor no se transmite a través de las televisiones ni los dispositivos electrónicos.

Riesgo de una crisis de salud pública

Conforme va remitiendo el caos inicial llega otra inquietud: el riesgo de una crisis de salud pública. El gobierno valenciano alerta sobre la posibilidad de una epidemia, dado que las aguas estancadas y contaminadas son un hábitat idóneo para las bacterias y los virus. No en vano los vecinos y voluntarios reciben estos días vacunas contra el tétanos. Por ello las autoridades locales han pedido al Ministerio de Sanidad un equipo de epidemiólogos para valorar el escenario.

 

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