Hace ya varios años que llevamos comentando que la presencia en nuestro territorio de ciertas especies de mosquitos (procedentes de otras geografías) se ha convertido en un problema. Tal es el caso de, por ejemplo, el mosquito tigre, el cual entró en nuestro país en el verano de 2004 procedente desde Asia.
Si no es ya un problema la llegada y expansión de estas especies, tenemos que sumar que, en el año 2020, estalló la crisis sanitaria de la COVID-19, con el consiguiente confinamiento y la desatención a las labores de prevención de crecimiento de poblaciones, mantenimiento y limpieza de espacios naturales.
Todo ello ha favorecido el desarrollo y expansión de las poblaciones, como la del mosquito común o Culex pipiens; algo que acarreó consecuencias fatales como la fiebre del Nilo Occidental que contrajeron decenas de personas el verano pasado en Andalucía por picadura de esta especie, y que causó siete muertes.
En el caso del mosquito tigre, y según datos de Mosquito Alert, solo en el primer semestre del año pasado su presencia se incrementó en un 70% con respecto a 2018. Y este verano la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) prevé que esta tendencia siga multiplicándose. Tanto de éste, como de todas las especies con presencia en nuestro país.
“Las abundantes lluvias de las últimas semanas, sumadas a las benignas temperaturas de las que estamos disfrutando esta primavera, están generando el cóctel perfecto para la rápida proliferación de los mosquitos”, afirma la directora general de ANECPLA, Milagros Fernández de Lezeta. “Por ello, es imprescindible que todos, desde las Administraciones Públicas hasta los ciudadanos particulares, extrememos las medidas de vigilancia, prevención y control oportunas que sirvan de contención para la expansión de estos insectos tan molestos y, algunos de ellos, potencialmente peligrosos. No podemos permitirnos otro año de incrementos poblacionales, algo que agravaría en mucho la situación, y que dificultaría su control en el futuro”.
En este sentido, desde ANECPLA recuerdan que ahora es el momento idóneo para que desde las Administraciones se refuercen los trabajos de prevención y de control ya que, insisten, estas óptimas condiciones de humedad y temperatura favorecen que el ciclo de las larvas se complete con mucha más rapidez, siendo precisamente éste el momento en que su control resulta más eficaz.
“El año pasado, con el confinamiento y el Estado de Alarma producto de la pandemia por COVID-19”, explica Fernández de Lezeta, “la población de varias especies de mosquitos se disparó en España. No se pudieron hacer los tratamientos de control oportunos y además las segundas residencias de muchos particulares permanecieron cerradas y sin mantenimiento por parte de sus dueños, que no pudieron acudir a ellas, y entornos naturales que no se gestionaron como se requería. A esas poblaciones multiplicadas este año sumamos una primavera cálida y lluviosa, que está favoreciendo su reproducción. Por ello, este año es importante que extrememos las medidas de control que no se pudieron llevar a cabo el año anterior porque, de lo contrario, las consecuencias pueden llegar a ser muy graves”.
Importantes riesgos para la salud
Los mosquitos, además de ser molestos y causar picaduras, pueden entrañar importantes riesgos para la salud de las personas, por cuanto que son vectores de transmisión de peligrosas enfermedades. Tal es el caso del mosquito tigre, capaz de transmitir hasta 22 tipos de virus diferentes, asociados a enfermedades potencialmente mortales como el virus Zika, el Dengue o el Chikungunya, entre otras. O el Culex pipiens, potencial transmisor de la fiebre del Nilo Occidental. Enfermedades que, si bien hasta hace unos años nos eran completamente ajenas, desgraciadamente cada vez resultan más familiares. De hecho, según el Ministerio de Sanidad, desde 2014 a 2019, periodo en que el mosquito tigre dobló su presencia en nuestro país, España registró más de 1.800 casos de estas tres enfermedades.
En el caso del mosquito común (Culex pipiens) no tenemos que irnos muy lejos en el tiempo para recordar las consecuencias que puede llegar a generar, ya que el verano pasado en Andalucía se registraron decenas de casos de fiebre del Nilo Occidental asociados a la picadura de este mosquito, y a causa de lo cual siete personas fallecieron. Algo que se podría haber evitado con un mejor mantenimiento y control larvario en las zonas de marismas, que se debía haber producido, precisamente, en los meses de confinamiento nacional.
ANECPLA insiste en que la colaboración entre todos los agentes sociales es imprescindible y hace un llamamiento a activar sistemas de alertas por parte de los organismos públicos, responsables de coordinar los servicios de control de estas plagas, y ofrecer a la población general recursos y recomendaciones para evitar la propagación de estos insectos.
Archivado en: