El cambio climático vuelve a hacer de las suyas y esta vez nos presenta el adelantamiento de una de las plagas más comunes a nivel nacional: la plaga de la oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa). Las altas temperaturas de varias regiones, que ascienden a más de 30ºC, han propiciado el escenario ideal para que esta epidemia, que antes se situaba entre los meses de marzo y junio, salga a los campos en pleno mes de enero.
Ante esta situación alarmante, la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) hace un llamado a las administraciones locales sobre la importancia de incorporar campañas preventivas anuales que se lleven a cabo en la temporada de otoño, con el objetivo de reducir los efectos perjudiciales de esta plaga. Jorge Galván, director general de la asociación, destaca la necesidad de anticiparse a los peligros que este fenómeno puede ocasionar, especialmente considerando el aumento progresivo de las restricciones legales en productos biocidas a nivel europeo que se utilizaban para gestionarla.
Galván enfatiza en la importancia de la prevención, ya que señala que, en la actualidad, el único método químico permitido por ley para abordar una plaga activa de procesionaria del pino en entornos urbanos es la endoterapia. Aunque efectivo y respetuoso con el medio ambiente, este tratamiento, que debe ser administrado por profesionales especializados, conlleva costos elevados, a veces limitantes, especialmente en el caso de grandes masas arbóreas.
Los riesgos de la plaga de la oruga procesionaria van más allá que la piel
Según ANECPLA, cualquier encuentro mínimo con la plaga de oruga procesionaria puede desencadenar desde dermatitis hasta lesiones oculares, urticarias y reacciones alérgicas. El director general subraya que ni siquiera se necesita un contacto directo, ya que el simple roce de sus pelos, lanzados como defensa, puede causar irritaciones, especialmente en los ojos. A estos pelos se les conoce por el nombre de «tricomas» y su número en cada oruga puede llegar alrededor de los 500.000, actuando como dardos envenenados cada uno de ellos.
Si para las personas puede llegar a generar problemas, pero no de gran envergadura, para animales como los perros resulta un peligro letal. En el caso de las mascotas, especialmente los perros, este contacto puede incluso llevar a la muerte», advierte el director general de ANECPLA. Es común que los perros, impulsados por la curiosidad, se acerquen a oler estas orugas para identificarlas. En este momento, uno de estos pelos (tricomas) puede clavarse en su hocico, ojos, etc. El mínimo contacto puede causar síntomas como inflamación, picazón intensa y abundante salivación. Si llegaran a ingerirlas (lo cual no es raro si las tocan previamente con las patas y, debido a la picazón, se lamen), la ingestión del tóxico presente en los tricomas podría provocar la necrosis de la lengua o garganta.
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