Juan Antonio Labat, director general de Feique
Juan Antonio Labat Director general Feique

Desafíos de la industria química española ante la emergencia sanitaria

química covid-19

La situación que estamos viviendo y que pocos fueron capaces de anticipar en su adecuada dimensión -ni siquiera organismos de carácter supranacional- está significando un impacto profundo y potencialmente duradero en nuestro sistema socio-económico e incluso político del que no tenemos precedentes en la etapa posterior a la II Guerra Mundial. Este excepcional contexto está poniendo de relieve importantes vulnerabilidades pero también oportunidades y aprendizajes, así como los desafíos de la industria  química española.

Hemos comprobado, hoy más que nunca, que la economía global en la que estamos sumergidos es compleja e interdependiente y que la resiliencia o capacidad de adaptación de las empresas y sus operaciones productivas es y debe continuar siendo un valor al alza.

En el caso del sector químico español (CNAES 20 y 21), esta industria ha desarrollado un papel clave y creo que ejemplar en esta crisis, al tratarse de un sector estratégico para la fabricación y suministro tanto de productos y materiales esenciales para la salud como de otros de primera necesidad, como la alimentación. De esta forma, si bien el sector se ha visto afectado claramente por el desplome de dos de sus principales sectores demandantes como son la automoción y la construcción, ha logrado mantener el 85% de su capacidad productiva activa, incluso en el contexto de mayor endurecimiento de las condiciones para el desarrollo de la actividad económica general del país.

El sector químico español, desde el inicio de esta crisis, se ha volcado en aportar soluciones redoblando, priorizando y readaptando sus plantas de producción a la fabricación de productos y equipamientos necesarios para combatir la COVID-19 y cuya demanda ha incrementado de manera exponencial en algunos casos.

Productos que van desde los gases medicinales como el oxígeno, los productos farmacéuticos, antisépticos o productos biocidas para la potabilización del agua como el cloro o para la desinfección y limpieza como la lejía o el agua oxigenada, a las materias primas plásticas para fabricar jeringuillas, bolsas de suero, respiradores o productos quirúrgicos o para envasar alimentos o polímeros y fibras sintéticas para la fabricación de EPIs, entre otros muchos productos y materiales químicos de gran relevancia en esta crisis.

Al igual que ha ocurrido en otros sectores, es destacable la readaptación realizada por muchas empresas de sus líneas y procesos de producción para responder con eficacia al abastecimiento de productos altamente demandados en estos momentos como, por ejemplo, los hidrogeles o componentes para los mismos, materiales para la fabricación de respiradores o equipos de protección individual que, en muchos casos, han sido donados de manera altruista y que han llegado a los principales centros sanitarios que así lo requerían. Una reorientación, además, que ha estado dirigida, no solo a satisfacer el mercado interno, sino también a los mercados exteriores.

A su vez, desde su vertiente farmacológica, es reseñable el doble reto al que el sector químico está haciendo frente: por un lado, y sobre todo en el punto álgido de la crisis sanitaria, ha sido capaz de mantener el suministro de medicamentos de choque para hacer frente a la COVID-19 y, por otro, está trabajando incansablemente en la investigación para el hallazgo de vacunas, así como de medicamentos y tratamientos efectivos para paliar su incidencia. Un aspecto en el que España está destacando a nivel mundial, muy cerca de Estados Unidos en algunos casos, e incluso por delante de Alemania, Francia y el Reino Unido.

Por otra parte, de esta crisis, de la que estamos extrayendo numerosos aprendizajes, si algo se ha puesto de manifiesto es que la industria en su conjunto es y será un activo fundamental no solo para la lucha en primera línea de esta u otras posibles pandemias, sino también para la recuperación. Por ello, resulta imprescindible que se pongan en marcha cuanto antes medidas que protejan e impulsen su competitividad, con el fin de contribuir con todo su potencial a la reconstrucción social y económica del país, teniendo en cuenta su peso relevante en la creación de riqueza y empleo de alta calidad salarial, formativa y de estabilidad.

En el caso del sector químico este peso se traduce en la generación del 5,8% del PIB y del 3,5% del empleo de España si se suman los efectos indirectos. Unas cifras que ascienden al 43% del PIB y el 30% del empleo en el caso del conjunto de la industria productiva española.

Para ello, la Alianza por la Competitividad de la Industria Española -de la que el sector químico forma parte junto a la automoción, el refino, el papel, la alimentación y bebidas, el cemento y la siderurgia- ha presentado al Gobierno y a los partidos del arco parlamentario un programa integral de propuestas para el impulso urgente tanto de la actividad industrial general como de todos los sectores productivos tractores.

Entre estas medidas se encuentran: impulsar la inversión pública en infraestructuras, vivienda pública y rehabilitación; estimular de forma efectiva la demanda del automóvil; reducir de forma coyuntural las cargas impositivas de los sectores sometidos a competencial internacional; adoptar medidas que incidan en la reducción de los costes energéticos, tales como la suspensión del impuesto de generación 15/2012 o la garantía de compensación de los costes indirectos de CO2; o promover medidas que favorezcan el acceso a los mercados internacionales y potencien la actividad exportadora.

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