Según el estudio Plastic in Nature: Assessing Plastic Ingestion from Nature to People, encargado por WWF a la Universidad de Newcastle (Australia), cada año transitan por el cuerpo humano 250 gramos de microplásticos ingeridos a través de líquidos y alimentos, con efectos poco conocidos para la salud.
En el mismo período de tiempo, 8 millones de toneladas de plástico se vierten en los océanos, fragmentándose en partículas suficientemente pequeñas para reentrar posteriormente en la cadena alimentaria, introduciéndose en lo que comemos y bebemos, alimentando así un círculo vicioso que llega también al aire que respiramos.
Un banco de pruebas en el Mediterráneo solo en Europa llegan al mar hasta 500.000 toneladas de residuos plásticos al año, un fenómeno que se ha agravado con el paso del tiempo debido también a los numerosos productos desechables, como vajillas, envases y bolsas de plástico, que rara vez se reciclan y con frecuencia se abandonan en algún rincón tras un breve uso. Un estudio de la Fundación Ellen MacArthur predice en este sentido que en 2050 habrá más plástico que peces en el mar si no se toman las medidas adecuadas para evitarlo.
El archipiélago balear, meta popular para millones de turistas cada año, se ha convertido en un importante caso de prueba destinado a provocar un cambio en el actual modelo de consumo: la Ley 8/2019 de residuos y suelos contaminados representa un enfoque integral del problema de la contaminación que pretende reducir la producción de residuos, aumentar la reutilización y el reciclaje, y limitar al máximo los productos desechables, minimizando el impacto ambiental y promoviendo al mismo tiempo la economía circular. La normativa esbozada por el gobierno regional examina diversas formas potenciales de contaminación y prácticas insostenibles, tocando directamente a HORECA, un sector que genera una cantidad considerable de residuos en el territorio balear, especialmente durante los periodos de mayor afluencia turística.
Entre ellas se encuentra la prohibición del uso de platos, cubiertos y vasos desechables para el consumo de alimentos y bebidas, y el uso de envases monodosis para alimentos como la sal, la pimienta y diversas salsas. Además de estas obligaciones, se debe ofrecer a los clientes la posibilidad de consumir agua no embotellada de forma gratuita.
La ley refleja la necesidad de invertir la tendencia a través de medidas concretas y objetivos establecidos y es el resultado de la toma de conciencia de la enorme cantidad de residuos que se producen anualmente, la más alta de España: hasta 573 kg por persona, un aumento del 21,5% en comparación con 2010. Por ello, no es extraño que uno de cada seis pescados comercializados en Baleares contenga microplásticos en su estómago.
Sostenibles, incluso en la lavadora
Se calcula que hasta 300.000 toneladas de microplásticos se dispersan en el medio ambiente cada año en Europa. Las partículas no sólo proceden de la fragmentación de los residuos, sino que también son consecuencia directa de la abrasión de los neumáticos en la carretera y del deterioro de las fibras textiles sintéticas durante el lavado a máquina, ya sea de la ropa o de los productos de limpieza.
Este último punto interpela a la industria de la limpieza, que debería invertir en equipos no sólo eficaces, sino también sostenibles desde el punto de vista medioambiental. En este sentido, la microfibra es sin duda la mejor solución en términos de eficacia y eficiencia, pero es fundamental asegurarse de que sólo se utilizan productos de calidad y verdaderamente sostenibles para conseguir una limpieza impecable que no perjudique al medio ambiente.
TTS llega aún más lejos al probar y certificar los altos estándares de rendimiento y el bajo impacto medioambiental de sus productos: a diferencia de las simples autodeclaraciones que no ofrecen ninguna garantía al consumidor; su sostenibilidad está reconocida por certificaciones autorizadas emitidas por organismos terceros independientes tras un largo y exhaustivo proceso de verificación. Recientes pruebas realizadas según la norma ISO 23231 por un laboratorio externo especializado han certificado el bajo impacto medioambiental de los recambios de microfibra más vendidos de TTS: Microriccio y Microblue han superado la prueba clasificándose como de baja liberación de microplásticos al lavar los textiles.
Menos microplásticos significa más protección del medio ambiente y de la salud: el uso de textiles resistentes al lavado ayuda a cuidar nuestro planeta y sus habitantes. Elegir Microriccio y Microblue significa, entonces, hacer que la limpieza sea ecológica, minimizando el impacto sin sacrificar el rendimiento. En este sentido, laboratorios independientes realizaron pruebas para evaluar la eficacia en la reducción de la contaminación bacteriana: las pruebas revelaron que Microblue elimina hasta el 96,6% de las bacterias presentes en la superficie, mientras que Microriccio alcanza el 98,79%.
La eficaz acción mecánica reduce la cantidad y la agresividad del producto químico necesario para garantizar la higienización, mientras que la alta capacidad de absorción garantiza un largo tiempo de limpieza que se traduce en un importante ahorro de agua. Por último, la mayor resistencia al lavado en comparación con los hilos naturales prolonga el ciclo de vida de las mopas, confirmando la excelente inversión en el tiempo.
¿Un futuro más limpio? ¡Está en nuestras manos!
El eslogan que acompaña a TTS desde hace más de 20 años resume bien el compromiso con la transparencia y la eficiencia que se traduce en una inversión continua de recursos para promover las mejores soluciones a medio y largo plazo para todas las partes implicadas: desde los empleados hasta los clientes y usuarios, con la vista puesta en las generaciones futuras.
Las buenas prácticas de la empresa han sido certificadas por prestigiosos organismos y reconocidas formalmente: el último resultado es la medalla de plata de EcoVadis por las políticas medioambientales y el trabajo ético, que se suma a las numerosas certificaciones de la empresa que confirman el compromiso de hacerlo siempre mejor.