Hace unas semanas nos quejábamos en la prensa especializada, con un artículo que titulábamos “Vergüenzas al descubierto”, de las barreras que para registrar y poder comercializar debidamente un producto desinfectante hay en nuestro país.
Pedíamos tanto a la Agencia del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) como a la Dirección General de Salud Pública (DGSP) que reaccionaran ante la pandemia y que, ya de paso, se reestudiara todo el sistema europeo de registro de biocidas al que nos vemos abocados irremediablemente, y que actúa, decíamos, como perfecta ‘arma de destrucción masiva’ para las más pequeñas empresas y empresarios del sector.
Recordando en solo dos líneas el tema, nos quejábamos, por ejemplo, de que en España, y no en otros países de Europa, se exigen unas autorizaciones a la empresa (ROESB – inscripción en el Registro Oficial de Establecimientos y Servicios Biocidas, o en la AEMPS –inscripción como fabricantes de cosméticos o antisépticos-) que en el resto de Europa no son necesarias. Se da la incongruencia, por ejemplo, de que un fabricante de cosméticos español, con una instalación en España, puede vender sus productos en la UE (sí, en la UE, Alemania, Francia, Italia…) sin más autorizaciones que la simple comunicación de sus productos al Portal Europeo de Notificación de Productos, pero no puede venderlos en nuestro país.
Al igual que en otros muchos frentes, esta crisis ha permitido ver quién ama a sus ciudadanos y quién se mueve por otros intereses que en ocasiones son desconocidos, y en otras se intuyen pero no se quieren admitir, al menos públicamente.
Así, la DGSP, y su responsable, Covadonga Caballo, han reaccionado a nuestro entender con un notable alto a las exigencias de esta crisis. Se han habilitado procedimientos expres para autorización temporal de sustancias y productos necesarios para un mercado desabastecido. Se ha priorizado el registro de productos con actividad virucida frente a otros sin los ensayos pertinentes que demostraban esta actividad. La repuesta a preguntas e interpelaciones, siempre por correo electrónico, o con publicaciones y comunicados del ministerio correspondiente sobre temas candentes de actualidad y nuevos, que se ponían sobre la mesa, ha sido mucho más que aceptable en un servicio acostumbrado a reaccionar lentamente siempre. Un notable alto, que si tenemos en cuenta de dónde venimos, un servicio lento (dos años para un registro sencillo), poco cercano al ciudadano (solo consultas los martes) y sin capacidad de decisión muchas veces (no sabe no contesta), porque la aparición de legislación le supera, se convertiría casi en matrícula de honor. Por ello, hemos dado la enhorabuena y alentado a las personas que atienden este servicio en todas las ocasiones que hemos tenido oportunidad. A ver si sirve de ejemplo y el ministerio correspondiente dedica más recursos a la Subdirección General.
Otro caso de respuesta positiva y merecimiento de felicitación es la pequeña industria del sector de la detergencia de este país que ha sabido adaptar sus instalaciones
Otra historia bien distinta es la AEMPS, la que conocemos todos como Agencia del Medicamento. Los que he definido en más de una ocasión ya como ‘talibanes’ del sector. Y cuando digo los ‘talibanes’ tengo en la mente a aquellos que en virtud de su ideología son capaces de destruir las obras escultóricas realizadas hace miles de años por sus ancestros. Unos fanáticos y salvajes. Ésa es la imagen que para nosotros tramite la casposa, inmovilista, reaccionaria y elitista Agencia del Medicamento.
Desconocemos la actividad de la agencia en lo que se refiere a la industria farmacéutica. Ni nos incumbe ese mundo, ni entramos en la valoración de su acción en ésa, que entendemos debe ser su misión más importante. Pero en lo que conocemos, en lo que se refiere a lo que atañe a las pequeñas empresas fabricantes de antisépticos, cosméticos y biocidas, no podemos más que calificar a la agencia con los graves epítetos que acabo de utilizar.
Para que puedan ustedes hacerse una idea de quién son estos presuntos ‘técnicos y políticos’, porque no merecen ninguno de estos calificativos, que hacen de la AEMPS lo que es, les muestro dos casos: (1) “Imprescindible para aceptar la documentación presentada por una empresa para el alta para fabricación de gel hidroalcohólico como cosmético, que el agua con la que se fabrica, este tratada previamente”. Resulta increíble, pero no sirve el agua de la red. Nos la podemos beber, pero no fabricar un gel hidroalcohólico con ella. (2) “Deben realizarse controles microbiológicos sobre el producto”. Si, lo han leído bien, debe controlarse microbiológicamente un producto que contiene un 70% de alcoholes y que precisamente se usa para el control de la infección microbiológica en manos y piel. Ambas peticiones resultan sencilla y técnicamente espectaculares, aunque en estas circunstancias de pandemia y necesidad de producto en el mercado, particularmente me atrevería a decir que rozan lo delictivo o al menos, que identifica a la AEMPS como un departamento de nuestra Administración que no ama a sus ciudadanos. Desde aquí, nos unimos a aquellos que hace unas semanas pidieron la dimisión de la Directora de la Agencia, Mª Jesús Lamas, por saltarse el confinamiento para viajar a Galicia, aunque no solo por ello, sino por la acción de la AEMPS sobre nuestro sector. De paso, pedimos al ministerio correspondiente que desgaje de la AEMPS la fabricación de cosméticos y antisépticos sencillos, que permita la fabricación ‘al detall’, que elimine el requisito ilegal de que un técnico solo pueda serlo de tres instalaciones, y tantas otras prescripciones que solo se dan en España y que al final dan como resultado un trato de favor a los grandes del sector, como si no tuvieran bastante con su tamaño para desarrollarse en el mercado.
Y he dejado para el final a quién está por encima del bien y del mal. El Ministerio de Hacienda. Y dentro del mismo, a sus particulares ‘talibanes’, que también los tienen, la sección de Impuestos Especiales (IIEE). Sabemos de una central de compras del sector que desde hace más de dos meses tiene localizado en mercados exteriores Etanol a aproximadamente un euro el litro puesto en España. Ha sido imposible realizar una importación. Hacienda tiene arbitrados una serie de procedimientos para los IIEE, en nuestro caso el etanol o alcohol etílico, que poco menos que convierte en una mafia el tema de la importación de los mismos al hacerlos pasar por unos ‘Depósitos fiscales’ que controlan los precios del mercado. Traer desde fuera etanol para un mercado desabastecido se ha mostrado inviable. La alternativa para los pequeños ha sido que tramitaran un CAE (autorización para comprar etanol desnaturalizado a los depósitos fiscales), pero esto, que no es difícil, no debe tener un procedimiento estándar porque en cada delegación de Hacienda se ha pedido una documentación diferente. En fin. Se debería haber arbitrado desde el Ministerio un trámite sencillo y excepcional para estos CAES e incluso haber revisado el tema de la importación de etanol desde fuera de la UE, y no esconderse en que se trata de un procedimiento comunitario. El resultado ha sido que no hubiese existencias de etanol en nuestro país en los momentos en los que ha hecho falta o que su precio habitual se haya multiplicado por 4 como fruto de esa escasez, cuando no de una especulación simple y llana de ‘los de siempre’. Pero como digo, Hacienda debe andar por otros estratos en nuestro cielo.
Por terminar con buen sabor de boca quiero mostrar otro caso de respuesta positiva y merecimiento de felicitación a la pequeña industria del sector de la detergencia de este país, que ha sabido adaptar sus instalaciones y oferta a las necesidades del momento, luchando contra las barreras legales y respondiendo en su medida a las necesidades del mercado, como es su obligación. Mientras los especuladores ganaban dinero con las materias primas (precios multiplicados por 4 y por 8), los fabricantes han estado trabajando con turnos y fines de semana para abastecer un mercado loco, sencillamente manteniendo sus márgenes. A pesar de todo el desgaste que ello ha provocado, o precisamente por ello, son casi los únicos que han sabido estar a la altura. Nadie los premiará, pero vaya desde aquí nuestro sincero y público reconocimiento.
*Pedro Rodríguez es químico y lleva más de 35 años de presencia profesional en el sector de la limpieza y la desinfección donde ha puesto en marcha diversas empresas y asociaciones sectoriales. Ha sido Senador en el Parlamento español durante la XIII legislatura, desde abril a septiembre de 2019.