Deberíamos dar a los útiles la importancia real que tienen en los procesos de limpieza e higienización, ya que, son los responsables de ejercer la acción mecánica necesaria para retirar la suciedad de los elementos a limpiar. Su función es determinante para obtener un nivel de acabado satisfactorio y de ello dependerá el resultado obtenido.
Antes de elegir un utensilio, deberíamos tener en cuenta ciertos factores: naturaleza y composición del elemento a limpiar, tipo de limpieza, tipo de suciedad, volumen de suciedad y frecuencia de limpieza. Todo ello determinará el utensilio más adecuado.
La tendencia del sector va encaminada a la supresión de los útiles compuestos por algodón, por las limitaciones que presenta: escasa vida útil, capacidad de limpieza y absorción, y el más importante: suponen un riesgo de contaminación cruzada por la facilidad de propagación de microorganismos. En su lugar se deberían emplear compuestos basados en microfibra, por capacidad de limpieza, capacidad de absorción (20 veces más que el algodón), durabilidad y cuidado del utensilio. Este último aspecto es fundamental. La importancia de poder lavar un utensilio en una lavadora es nuestra mejor garantía para asegurar la higiene. Los antiguos procesos en los cuales se sumergían los útiles en lejía no tienen espacio en la limpieza profesional actual, ya que no garantizan la limpieza ni la desinfección y suponen un riesgo para la salud del operario, por las cloraminas generadas durante el proceso de descomposición de la misma. Si intentáramos lavar un útil de algodón en una lavadora no soportaría más de 6 lavados a 60º.
Respecto a los tipos de utensilios, todas las novedades se basan en tres principios básicos:
- La reducción de los tiempos en la ejecución de las tareas de limpieza: es necesario diseñar cuidadosamente la metodología de trabajo a emplear, explicando los útiles a emplear y los productos necesarios.
- Búsqueda de la ergonomía: el objetivo de la ergonomía es facilitar el trabajo del operario para ser más eficaces y retrasar la aparición o el exceso de fatiga. Las aplicaciones de nuevas metodologías podrían ser: la sustitución del fregado con fregona por un sistema de mopa plana preimpregnada, lo cual, supone la eliminación de cambios de agua y aclarados de mopas. Reduciendo los esfuerzos de espalda y hombros significativamente en más de un 30% y los tiempos de ejecución de tareas. Implicando una mejora de rendimiento y una disminución del absentismo laboral asociado a esfuerzos físicos.
- Garantizar la higiene: existen útiles muy extendidos, que suponen un riesgo importante de contaminación. Tales como bayetas rejilla, paños de cocinas, etc. La reutilización de útiles sin haber sido limpiados y desinfectados apropiadamente son un riesgo para la salud. En su lugar existen bayetas desechables que permiten realizar limpiezas higiénicas sin riesgo de contaminación, debido a que después de ser empleadas se desechan. Por supuesto, el coste reducido de las mismas invita a hacer uso de ellas, sin suponer un sobrecosto significativo.
Además, el empleo de dichos utensilios permite prácticas de limpieza más sostenibles con las cuales todos deberíamos estar concienciados, permitiendo ahorros de agua y producto de hasta un 65%. Sin olvidar que la mayor durabilidad de los utensilios permite generar menos desperdicios por renovación del material que ha llegado al final de su vida útil.
Un aspecto fundamental para que el cambio sea posible es la formación en el uso y empleo de dichos utensilios. El rechazo al cambio por parte de los operarios frena en muchas ocasiones el éxito de implantación de dichas metodologías. Por lo que, dicha adaptación y la adquisición de las nuevas habilidades se convierten en esenciales.
Respecto al costo de la inversión, normalmente se tratan de útiles más caros pero no menos rentables. Dicho análisis no debería plantearse al corto plazo sino al medio plazo, ya que el costo por uso suele ser muy inferior.