Los seres humanos pasamos alrededor del 90% de nuestro tiempo en espacios interiores cuya calidad del aire puede estar comprometida por la presencia de contaminantes específicos de estos ambientes.
Según un estudio realizado por la Agencia de Protección Medioambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), la concentración de determinados contaminantes es de 2 a 5 veces superior en espacios interiores comparada con las medidas en el ambiente exterior.
Si bien en España existen normativas específicas que incluyen requisitos de calidad del aire interior entre sus requerimientos, estos no aparecen como un punto focal de dichas regulaciones, sino más bien como un añadido secundario.
Las autoridades sanitarias han establecido las restricciones más severas en los espacios interiores. Locales como bares o restaurantes han sufrido limitaciones de aforo en el interior que han ido desde el 100% hasta el 50% en la mayor parte de los casos. Esto hace preguntarnos: no sólo si esta era la única opción, sino si podrían estos locales operar al 100% de su capacidad, con un nivel de riesgo reducido, si adoptaran medidas específicas para el tratamiento del aire interior.
Un grupo de científicos de la universidad de Colorado, liderado por el profesor español José Luis Jiménez, ha desarrollado un simulador que permite calcular el riesgo de contagio por aerosoles en el interior de los edificios en función de diversos factores cómo el aforo, la ventilación o el uso de mascarilla. Los cálculos extraídos de estas simulaciones no pueden considerarse exhaustivos, debido a la cantidad de factores que intervienen en la posibilidad de contagio, pero pueden ayudar a sacar importantes conclusiones si se observan de manera global.
Podemos imaginar un pequeño restaurante de 50 metros cuadrados, con una altura de 2,7 m y un aforo máximo de 30 personas, pero que se ha visto reducido a la mitad (15 personas) debido a las restricciones sanitarias. El simulador nos permite configurar una situación de riesgo tal que haya entre los comensales una persona contagiada y que el único que lleve mascarilla de manera ininterrumpida durante un periodo de 2 horas sea el camarero. En un local de estas características, sin apenas ventilación ni sistema de tratamiento del aire instalado, la probabilidad de contagio sería de un 38% según el modelo.
Sin embargo, el modelo nos dice que si en esta misma situación, el local estuviera equipado con un sistema de tratamiento del aire (incluyendo purificadores portátiles), que permitiera ventilar y/o desinfectar el aire hasta alcanzar un total de 6 renovaciones por hora del aire interior, la probabilidad de contagio se reduciría hasta el 11%. Además, con esta configuración, el local podría operar con un aforo completo (30 personas) y la probabilidad de contagio seguiría siendo sustancialmente más baja (21%). El análisis de los datos obtenidos deja claro que la ventilación y el tratamiento del aire interior son parámetros mucho más importantes para evitar la transmisión de bioaerosoles que la cantidad de personas presentes en un espacio interior. El primero de los escenarios, a pesar de ser el más peligroso, es el único que está regulado actualmente por la normativa vigente. Parece evidente pues que la sociedad debe apostar por soluciones tecnológicas de tratamiento de la calidad del aire interior que ayuden a mejorar su salud y su vida diaria. Al mismo tiempo, esta apuesta debe estar incentivada por las autoridades competentes, mediante la aplicación de leyes que nos permitan seguir con nuestra actividad diaria y, al mismo tiempo, proteger nuestra salud.
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