Desde el inicio de la pandemia, todas las empresas han ido adoptando una serie de pautas y recomendaciones de higiene y limpieza, garantizando el distanciamiento social y estableciendo protocolos de limpieza más estrictos, no sólo en las zonas que eran consideradas más críticas, sino en todas las estancias. Ahora ha crecido enormemente la ‘mentalización’ y la ‘concienciación’ sobre el tema de la calidad del aire interior, y las empresas y organismos empiezan a establecer en sus protocolos la necesidad de renovar y purificar el aire interior, contemplando en sus planificaciones de vuelta a la presencialidad una combinación de todas estas medidas, sobre todo, en aquellos lugares con mayor nivel de ocupación, es la mejor recomendación posible.
La regulación de la calidad del aire interior sólo la podíamos encontrar en la normativa RITE (Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios) modificada recientemente y que desarrolla las normas que deben cumplir las instalaciones de climatización (calefacción, refrigeración y ventilación) y de producción de agua caliente sanitaria (ACS) de un edificio para atender las necesidades de bienestar y confort térmico, de higiene de las personas y uso racional energético y de forma muy somera en lo establecido en el RD 486 de Lugares de trabajo, que hace referencia a la renovación mínima de aire en los locales de trabajo.
Sin embargo en la actualidad, comenzamos a ver por un lado regulaciones y recomendaciones más concretas de la Administración. Algunas más generales y otras más específicas, como ha ocurrido con la recomendaciones a los colegios. Y, por otro lado, una incipiente y mayor preocupación por el tema dentro de los profesionales del sector limpieza e higiene; por supuesto de los responsables de instalaciones y servicios generales, cada vez con una preocupación mayor y muy práctica, por las filtraciones aire/hora y la producción de litros/segundo por persona, que son necesarias para cubrir adecuadamente el espacio y el nivel de ocupación de que se trate.
En este sentido, la implantación de sistemas de purificación es esencial para cumplir con todos los requisitos que actualmente se demandan en cuanto a la higiene y la salud en espacios interiores. Es por ello que hay que recurrir a sistemas profesionales como, por ejemplo, los purificadores AeraMax Pro que cumplen con toda la normativa vigente y disponen de filtros HEPA homologados, que ofrecen la seguridad de atrapar prácticamente el 100% de partículas y aerosoles considerados nocivos.
No hay muchos purificadores con una certificación COVID-19. Recientemente AeraMax Pro ha recibido dicha certificación por la Universidad de Génova por su capacidad frente al coronavirus, eliminando el 99,99% de sus partículas en espacios cerrados.
Una cita ineludible sobre limpieza e higiene profesional es Hygienalia, y en ella podrá verse en acción cómo actúan estos dispositivos (stand PA B25).
Hemos tenido que sufrir una trágica pandemia para que todos, trabajadores, empresarios, Administración y todo tipo de profesionales involucrados en mantener en condiciones adecuadas de limpieza e higiene las instalaciones tengamos un interés real en que la calidad del aire sea adecuada. Ahora, más allá de mantener sobre el papel las condiciones para ser considerada una empresa saludable, y el simple cumplimiento documental para cumplir con las condiciones para la certificación correspondiente, se ha pasado a una concienciación real de la importancia del problema.
Todos estos avances en temas de salud, seguridad y bienestar para las personas traerán consigo una mayor implicación del trabajador, la mejora de imagen corporativa, la disminución de los costes asociados al absentismo, el aseguramiento de la calidad y una mayor tranquilidad, tanto para el cliente interno como para el externo, reforzando asimismo la imagen positiva del proveedor de limpieza que se ha preocupado por proporcionar esa solución integral de limpieza e higiene, proporcionando salud.
