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Limpie Z as / Abril 2015 34 con Firma sutil: esa tradición impuesta que deja un sustrato muy profundo en las personas hasta convertirse en hábito. Las nuevas generaciones de detergentes se encon- traron esta labor hecha y la potenciaron si cabe; los investigadores han acepta- do, con el espíritu abierto, el cambio y la evolución a las nuevas situaciones y conservar todo lo excelente que el jabón fue capaz de brindar. 㔾 La confección de este artículo se ha hecho en base a un documento publi- cado en los años 80, por el autor, para divulgación general con información procedente de UNILEVER y algún texto de la AISE y en base a la Conferencia “Investigación, Detergencia y Calidad de Vida”, pronunciada en la apertura de las XII Jornadas del CED por el profesor D. J.J. García-Domínguez, director de Investigación de la AID. Sean estas no- tas un sincero homenaje a su figura que tanto contribuyó a difundir la ciencia del mundo de la detergencia. 1 Michel Eugène Chevreul. En 1811 empezó a estudiar las complejas mez- clas de aceites y resinas de donde se obtenían los tintes naturales. Tenía sus motivos: era el director de tintura de la famosa tapicería Gobelins. Esto le llevó hacia las grasas y de ahí a descubrir los ácidos grasos. Doce años después, en 1823, Chevreul afirmaba sin ambages que el jabón no era otra cosa que un áci- do graso y lo que los químicos llaman una base, como la sosa o la potasa. Por fin se explicaba por qué durante 5.000 años el jabón nos había dado tan bue- nos resultados. operado eficazmente en la obtención de este resultado los progresos médicos en la lucha contra la enfermedad y para conseguir una mayor protección contra el contagio, para todo lo cual la indus- tria química y la Medicina han facilitado medios importantísimos; sin embargo, al jabón se debe la introducción entre la población humana de un espontáneo cuidado del aseo personal que después se convierte en hábito social, y sin cuya ayuda resultaría estéril, cuando no per- fectamente inútil, en la mayoría de los casos, la labor de la Medicina, sobre todo tratándose de lactantes y de partu- rientas. De ahí que la población de Euro- pa llegara casi a triplicarse en el trans- curso del siglo XIX. Había llegado a su mayoría de edad, la primera generación de detergentes. Pero al jabón le debe la humanidad, además de lo indicado, algo mucho más materias primas, especialmente álcali, y a la lenta mejora del nivel cultural de la población. En aquel tiempo el jabón era un gran lujo. La producción industrial del jabón fue descrita por primera vez en Francia, por los enciclopedistas, en 1771. Además, el proceso para fabricar sosa, inventado por Le Blanc en 1790, así como el tra- bajo científico de Chevreuil (1786-1889) sobre la química de las grasas, estimula- ron fuertemente la fabricación del jabón. Otra contribución importante fue la introducción hecha en Inglaterra en 1884 de un producto: jabón de tocador con marca. Hasta entonces el jabón se fabricaba en barras largas y el drogue- ro cortaba la cantidad requerida por el cliente. El producto de marca garan- tizaba al mismo tiempo la calidad y la cantidad presentes en cada paquete y así aumentaba la confianza en aquel producto particular. L a aportación del jabón a la mejora de la calidad de vida La sosa Leblanc, el jabón sódico a esca- la industrial, el algodón blanqueado y de fácil lavado al disponer de jabón, unidos a la publicación de los transcendentales trabajos de Chevreuil en 1823 1 sobre la composición de las grasas y sobre las re- acciones que ocurren en la fabricación del jabón, dieron como consecuencia la afirmación de un hecho trascenden- tal: gracias al uso del jabón y su reper- cusión en la higiene, se hizo posible el crecimiento de la población de Europa debido a la disminución de las causas de mortalidad; así, las compañías de seguros han podido calcular que, por término medio, la duración de la vida del hombre pasó en Europa de treinta a cin- cuenta años en el siglo XIX. Claro está que este alargamiento de la vida humana no se debe exclusivamente al empleo del jabón, sino que han co- Gracias al uso del jabón y su repercusión en la higiene, se hizo posible el crecimiento de la población de Europa
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