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Limpie Z as / Agosto 2015 34 con Firma Por ello es el momento de abandonar la religión del ecologismo y volver a la ciencia del ecologismo y basar firme- mente en esa ciencia nuestras decisio- nes políticas públicas. Por eso empezaba recordando las palabras del Llamamiento de Heildel- berg, que reclama una Ecología Científi- ca si de verdad queremos encontrar un camino de desarrollo sostenible para nuestro futuro. Les agradezco que me hayan permi- tido esta pequeña digresión filosófica- científica en este acto de apertura de nuestras jornadas. Soy optimista ya que mientras existan profesionales científi- cos como ustedes seguiremos tenien- do capacidad para afrontar el futuro. Nuestro capital cultural sigue siendo excelente para vencer, si es necesario, al poder de una intelligentsia no dema- siado preocupada por la Ciencia. Ante la proximidad de nuestro cincuentenario, el año próximo, estoy convencido de que quienes han sido capaces de mantener este comité por tan largo período de tiempo, serán capaces de hacerle cum- plir su centenario. Y con este optimismo me gustaría concluir mis palabras con el último pá- rrafo del ya mencionado documento de Heildelberg, cuya claridad hace inne- cesario cualquier otro comentario. «Los mayores males que acechan a nuestra Tierra son la ignorancia, la corrupción y la opresión, y no la Ciencia, la Tecno- logía y la Industria, cuyos instrumentos, cuando se manejan adecuadamente, son herramientas indispensables de un futuro llevado a cabo por la Humanidad, por ella y para ella misma, salvando los principales problemas como el exceso de población, el hambre y las enferme- dades del mundo.»” Hasta aquí lo que dije en el año 2006. Espero que las nuevas generaciones de científicos cumplan mis deseos. 㔾 usen criterios científicos y no en grupos más o menos políticos que los manipu- len. Y eso es lo que pasa, tristemente, con el ecologismo. Cada vez más, parece que los hechos no son necesarios, por- que los principios del ecologismo son creencias. Se trata de si vas a ser un pe- cador o vas a salvarte. De si vas a estar en el lado de los salvados o de los con- denados. De si eres uno de los nuestros o de los suyos. Quiero defender que es nuestro mo- mento para realizar un gran cambio en nuestro pensamiento acerca del medio ambiente, similar al que se produjo en torno al primer Día de la Tierra en 1970, cuando se expresó por primera vez esta inquietud. Pero esta vez necesitamos sacar al ecologismo de la esfera de la religión. Necesitamos acabar con las fantasías míticas y las predicciones apo- calípticas. En su lugar, necesitamos em- pezar a hacer ciencia pura y dura. El ecologismo necesita estar absoluta- mente basado en ciencia objetiva y veri- ficable, necesita ser racional y flexible. Y necesita ser apolítico. La ciencia nos ofrece la única manera de evitar la política. Y si permitimos que la ciencia se politice, estamos perdidos. Entraremos en la versión internet de las épocas oscuras , una era de crecientes temores y prejuicios salvajes, transmi- tidos a la gente que no conoce nada mejor. No es un buen futuro para la raza humana. Es nuestro pasado. En ese pasado echábamos la culpa a los dioses de nuestras desgracias. Y repetíamos que los desastres naturales eran el castigo de los dioses a nuestras desviaciones. Hoy nuestra sociedad que se dice secularizada ha encontrado otros dioses a quienes culpar de todo lo malo: la Química y así el número de prosélitos de la nueva religión, de la quimiofobia gana adeptos. Podemos no creer en Dios, pero segui- mos teniendo que creer en algo que dé sentido a nuestra vida y al mundo. Esa creencia es religiosa». E cologismo «Hoy día, una de las religiones más poderosas del Mundo Occidental es el ecologismo. El ecologismo parece ser la religión que eligen los ateos urba- nos. ¿Por qué digo que es una religión? Bueno, basta con mirar sus creencias. Si se miran con cuidado, vemos que el ecologismo es de hecho una perfecta reconfiguración del siglo XXI de los mitos y creencias tradicionales del judeocris- tianismo. Hay un Edén inicial, un paraíso, un estado de gracia y unidad con la natu- raleza, hay una caída de la gracia en un estado de contaminación como resulta- do de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, y como consecuencia de nuestros actos hay por llegar un día del juicio para todos. Todos somos pecado- res energéticos, condenados a morir, salvo que busquemos la salvación, que ahora se llama sostenibilidad. La soste- nibilidad es la salvación en la iglesia del ecologismo». Añado yo, ahora de mi cosecha. Como en toda secta siempre terminamos en la misma situación: «Dénos usted su dine- ro y nosotros nos encargamos de salvar- le». Pero eso sí, siempre piden nuestro dinero. «Una pregunta estúpida: ¿por qué casi todas las medidas encamina- das a conseguir un desarrollo sostenible necesitan tanto dinero público, esto es, impuestos, esto es, una nueva parte de nuestras nóminas?», se pregunta el co- mentarista Alberto Illán Oviedo en uno de sus últimos artículos. Yo también me lo pregunto. Supongo que muchos de ustedes también. El cuidado del medio ambiente tiene que estar en manos de personas que

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